El neurocirujano dedicó 45 años de su vida al servicio público y la mayoría los cursó en el Instituto de Neurocirugía (INCA), donde fundó el servicio infantil y se dedicó a transmitir a las nuevas generaciones la importancia de las tres C: conocimiento, compromiso y compasión.

Nacido en Freirina, un pequeño pueblo de la región de Atacama, el Dr. Arturo Zuleta viajó a Santiago en su juventud y estudió medicina en la Universidad de Chile. Aunque su idea original era dedicarse a la cirugía general, encontró su inspiración en un colega: el profesor Maurice Choux, neurocirujano pediátrico francés que influyó su decisión, así como lo hizo la memoria de su padre, quien era pediatra: “Tal vez no fue tan consciente el hecho de considerarlo al momento de decidir, pero yo creo que sí. Siempre tuve una especial atracción a trabajar con niños”.

En Francia –específicamente Marsella– fue donde se especializó como neurocirujano pediátrico, guiado por el Dr. Choux, quien le dejó una gran impresión: “Lo que yo más destaco de lo que aprendí cuando estuve en Francia –de esta persona que yo admiro bastante, el profesor Choux– es la impronta que él le da a esta especialidad. En el sentido que no solamente es un tema de tener un conocimiento específico de las patologías de los niños”, dice y explica que el simple conocimiento no es suficiente para tratar a niños, sino que es importante una visión integral de la especialidad que permita un tratamiento correcto y ahí es donde entran las tres C.

“Yo siempre digo que la especialidad con niños se puede resumir con tres palabras que empiezan con C. Una sería Conocimiento, pero eso no es suficiente. No siempre los médicos que saben mucho son los mejores. Otra palabra es el Compromiso: uno tiene que estar muy dispuesto, tener infinita paciencia con los padres y estar siempre disponible. Y lo otro que es muy importante, la otra patita para mi es la Compasión. Uno tiene que ponerse en los zapatos del otro y los padres tienen que sentir eso, que se establezca una sociedad que va a solucionar el problema entre el paciente, la familia y el doctor”, asegura el Dr. Zuleta.

Estas tres C son las que aprendió en su estadía en Europa y las que todos los días intentó inculcar en sus colegas jóvenes del INCA. En este establecimiento trabajó 42 años, dedicándose en un comienzo tanto a adultos como niños, porque el instituto no separaba los servicios. Pero en 1985 eso cambió: “Se dio la posibilidad que me ofrecieran hacerme cargo del servicio de neurocirugía infantil y ahí por supuesto mi condición fue una dedicación de 100% a niños y lograr que la planta del servicio fuera de gente dedicada solamente a ellos, que se acabara esta situación híbrida”.

Así fue como pudo darle la impronta deseada al servicio y comenzó a destinar su atención exclusivamente a niños, fundando el servicio de neurocirugía infantil del INCA y potenciando su práctica los años siguientes. Unas décadas después dejó la jefatura, desempeñándose sólo como neurocirujano infantil y el 2015 se retiró, llegando así a la Clínica Alemana y a la formación de su propia consulta.

Pero esos 20 años de liderazgo dejaron buenos frutos. “Se consolidó un servicio separado, empezaron a formar todos los especialistas pediátricos en el país que ya son varios y se consolidó la subespecialidad. Yo creo que está muy consolidada, en este país y en Latinoamérica”, asegura. Su papel en la fundación del servicio infantil también le ha traído reconocimientos: es uno de los 6 neurocirujanos galardonados por la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía de Chile como maestros de su área.

Y como toda especialidad la neurocirugía no está exenta de desafíos y para el Dr. Zuleta estos vienen desde la tecnología. “Me ha tocado vivir todos los tremendos cambios tecnológicos, en imagenología por ejemplo. Cosa que a la gente joven le parece increíble, las cosas que hacíamos o cómo se estudiaban los pacientes antes. El desafío mayor ha sido ese: lograr ir adaptándose a los cambios que han sido sumamente veloces. Porque en estos 42 años yo creo que pasamos de una etapa muy primitiva a una cosa que ahora es bien impresionante”, explica el neurocirujano y hace énfasis que a las nuevas generaciones hay que transmitirles que el aprendizaje nunca termina y que es importante una formación integral.

“Hay que entender que la medicina, a pesar que se nutre de muchas cosas científicas, no es ciencia. La medicina tiene mucho de arte y en la medida que trate de enfatizar demasiado lo científico uno comienza a separarse de las personas y eso explica que ahora también mucha gente busca otras alternativas”, dice y termina destacando que “eso es lo que uno trata que las personas entiendan. Que no están haciendo pura ciencia, están trabajando con personas”.

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